Como parte de una floreciente cultura de protesta entre las mujeres, las artistas urbanasatraen la atención hacia una de las crisis sociales más urgentes de México.
Esta historia fue publicada originalmente por Global Press Journal.
Ciudad de México, 28 de septiembre (Global Press Journal).– Una noche de 2018, MujerDeTepexpan, como se llama a sí misma, caminaba por un callejón del centro de la Ciudad de México cuando un hombre empujó a una mujer contra la pared y la golpeó en la cara. MujerDeTepexpan lo confrontó, y también se llevó un puñetazo en el rostro.
Ella denunció sus lesiones a la policía, pero le dijeron que no podían ayudarle, dice. Sin embargo, las amigas de la artista y activista no lo dejaron pasar, y comenzaron una campaña en las redes sociales en contra del atacante.
“Me siento muy acuerpada y acompañada”, dice, al referirse a la colectiva de artistas urbanas que encabezaron la campaña.
MujerDeTepexpan guarda en su bolsa pegamento casero y papeles con frases e ilustraciones a favor del feminismo. Cuando camina, la platicadora artista pega los mensajes a lo largo de los caminos que recorre. Pidió ser identificada solo por su nombre profesional por temor al acoso policial, ya que el arte urbano es ilegal en México.
MujerDeTepexpan hace paste up, una forma de protesta a veces controvertida, popularizada por las colectivas feministas de arte que, en México, se han convertido en espacios donde las mujeres dialogan entre ellas, y con el resto de la sociedad, sin decir una sola palabra.
En general, las colectivas feministas son parte de una iniciativa nacional para atraer la atención hacia la violencia en contra de las mujeres, una crisis que en México ha provocado marchas, protestas contra el Congreso de la Unión, y la toma de las instalaciones de una dependencia del Gobierno federal.
Según datos del Gobierno, las investigaciones preliminares y los casos abiertos de delitos contra las mujeres pasaron de 35 mil 271 en 2013 a 43 mil 823 en 2018. Las protestas también mostraron un aumento pronunciado: de cuatro manifestaciones feministas que se registraron en la Ciudad de México en 2017 a 105 el año pasado.
Entre ellas estuvieron los ahora simbólicos eventos del 8 de marzo de 2020, el Día Internacional de la Mujer, en los que entre 60 mil y 80 mil manifestantes fueron noticia mundial al marchar, bailar, gritar lemas de resistencia, confrontar a la policía y pegar arte de paste up en los edificios de la Ciudad de México.
Para algunas mujeres, las protestas son una catarsis; para otras, reveladoras. Y para otras, incluso, son transformadoras.
“Puede significar el primer paso para reconocer que padecieron violencia y para otras mujeres también puede significar la reparación del daño”, comenta Mariana López Saldívar, de 25 años, quien es encargada del área de políticas públicas de EQUIS: Justicia para las Mujeres, una organización feminista que busca mejorar el acceso a la justicia para las mujeres.
Las colectivas feministas reúnen a las mujeres de forma virtual (a menudo a través de las redes sociales) o en persona para compartir historias, mostrar su trabajo, crear conexiones, organizar protestas y generar una comunidad a partir de intereses en común.
En los últimos años, las agrupaciones han encontrado una energía renovada, generada por una generación más joven, señala Rotmi Enciso, de 58 años, fundadora de Producciones y Milagros Agrupación Feminista, A.C., un archivo fotográfico histórico de manifestaciones sociales.
Eso puede deberse en parte a que los feminicidios (asesinatos de niñas y mujeres debido a su género) han proliferado para convertirse en una de las crisis sociales más urgentes del país. Desde 2015, según datos del Gobierno, los registros de casos de feminicidios han aumentado más del doble, hasta llegar a 948 en 2020.
A principios de año, Andrea Yareli Ortega Ruíz, de 22 años, se comunicó con otras dos artistas feministas por las redes sociales. En marzo, para el Día Internacional de la Mujer, se reunió con sus dos amigas en el centro de Monterrey, Nuevo León, para hacer paste up. Su arte encaraba una variedad de problemas, desde el alto costo de los productos de higiene femenina hasta el aumento de la violencia doméstica durante la pandemia. Un periódico local presentó su trabajo.
A Ortega Ruíz le pareció bien la publicidad porque significaba que “varias mujeres se pueden animar a hacerlo [paste up] o leer lo que pegamos y cuestionarse”.
Las protestas feministas se han vuelto parte del panorama público de México. El 9 de marzo de 2020, un día después de la manifestación por el Día Internacional de la Mujer, decenas de miles de niñas y mujeres de todo el país faltaron al trabajo, boicotearon comercios, no fueron a la escuela y no utilizaron el transporte público. Lo llamaron “un día sin mujeres”.
En septiembre pasado, un grupo de mujeres tomó la Comisión Nacional de Derechos Humanos para atraer la atención hacia los feminicidios y la desaparición forzada de niñas y mujeres. Hoy en día, siguen ahí.
Este año, la colectiva Paste Up Morras se reunió en una de las rutas de autobús más concurridas de la Ciudad de México para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Asistieron más de 35 mujeres.
En una pared de 30 por 3 metros, una madre se dibujó cargando a su hija, con un rótulo que decía: “Si tocan a mi hija, lo quemo todo”. A mitad de la pared, una artista pegó un póster que decía: “CUIDADO, EL MACHISMO MATA”. Otras frases cubrieron la pared: “Me cuidan mis amigas, no la policía”, “No es no”, “Existo porque resisto”.
Al final del día, la pared estaba llena de ilustraciones, frases y un mural con imágenes de vaginas, lo que ofendió a algunas personas que residen en la zona. Gloria Martínez señala que fue al palacio municipal a quejarse por el mural debido a que “eso no está bien, sobre todo porque hay muchos niños que pasan y dicen: ‘¿Qué es eso?’”.
Otra vecina, Karla Andrade, quien se declara defensora del feminismo, criticó el mural porque “nada más fue pintar por pintar, y pusieron tonterías”.
Nada de eso desmotiva a Maricela Saldívar Urrutia, de 27 años, quien pasó años en una relación violenta. A principios de este año, la tranquila y prudente artista asistió a su primer taller de paste up, donde encontró afecto y protección. La comunidad le dio valor para dejar a su pareja.
“Estas mujeres lo que hacen es manifestarse como una representación y voz de todas nosotras. El arte urbano es un grito, es inevitable no verlo”, expresa Karina Erika Rojas Calderón, de 40 años, quien da clases de arte urbano en la Universidad Nacional Autónoma de México desde hace 18 años.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.
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